Los volantes a la transgresión.

Hace unos días escribí en mi perfil de facebook: “Acabo de oir que la amiga del ratón Mikey, con sus 21 años, su cara de 17 y su cuerpo de 13, es transgresora por chupar un pene disfrazado de mazo”, esto fue a raíz de oír el calificativo que se le adjudicó tras la edición de su nuevo videoclip. Tengo que aclarar que no tengo nada en contra de esta chica, de lo contrario creo que es una victima, aunque por otro lado, más víctimas son las que su imagen está creando.

Hace unos días estuve en una actuación gratuita de Falete. A mi me gusta, me encanta, también entiendo que haya gente a la que no le guste, porque tenga otras preferencias musicales, pero lo que es una verdad indiscutible es que es un fenómeno, que tiene una voz prodigiosa, probablemente inigualable. Pero no es eso a lo que voy. Mientras lo observaba cantar y bailar volvió a poseerme la crítica que hay en mi, y que no me deja libre ni un minuto de mi vida. Estaba frente a un hombre, que se automenciona siempre en género masculino, pero se viste, se maquilla y se peina como una mujer. Ni que decir tiene que la masa de asistentes no dejaba de bromear sobre su género -¿qué le digo guapa o guapo? por ejemplo-. Lo cierto es que es complicado saberlo, yo misma dudaba, hasta que lo escuché que se refería a sí mismo como varón.

Lo más grave de todo esto, es que Falete no es un símbolo del Pop neoyorkino, ni un artista contemporáneo de obras incomprensibles, es cantaor coplero, es decir, desarrolla su arte, de forma impecable en el ámbito folclórico más antiguo y clásico de nuestra cultura, que ya de por sí es a veces cerrada y manida -que no siempre, ya lo sé-. Y ahí está el tío, cantando paso dobles y coplas de toda la vida , para una masa de espectadores de lo más diversa y heterogénea.

A lo que vengo, flipamos con lo transgresora que es Miley – la amiga de Mikey, que por cierto acabo de caer en lo parecidos que son sus nombres-, la Gaga o Madonna, cuando en realidad ninguna de ellas en el fondo nos aportan nada nuevo. Si es verdad que Madonna era en sus inicios más autentica que la Cyrus, no dejaba de ser una rubia flaca y guapa que hablaba – de un modo u otro- sobre su sexualidad, siempre sexy y estereotipada -y reitero, en una talla S-. Pero Falete se atreve a incomodarnos a la vista con su gordura, con la indefinición de su género, con una minusvalía que no piensa esconder, y con sus sombras de ojos desmesuradas para darnos un producto excelente, es decir, el final del producto Falete no es mira que rompedor soy, no, es un chorro de voz al que nadie le hace sombra, y lo que le acompaña es simplemente su naturaleza sin complejos ni planificación mercantil. A diferencia de él, las transgresoras -vale que para muchos Madonna inicial no vaya en este saco- cantan por hacer algo, pero lo importante es su look, que nada tiene de espontáneo, que está cuidadosamente estudiado por cerebros que no son los suyos, y que son una escaparate para grandes marcas.

Así que españolitos, quitémonos los complejos de catetos que no lo somos, que la autenticidad no entiende de géneros- ni musicales ni de los otros- ni de idiomas, ni de geografía y que se entere todo el mundo que ni Falete tiene que disfrazarse de transgresor ni la copla de vintage, son lo que son y así los queremos.