Carta de amor a unas tetas.

Queridas tetas:

 Probablemente os extrañe que aparezca ahora, tan tarde, después de tantos años. Soy consciente de que os he tratado mal, que no os he valorado, que os he menospreciado y que me he avergonzado de vosotras delante de gente que a día de hoy no son nada para mi. Y sin embargo vosotras seguís ahí. Esto no es un perdón, aunque no estaría de más pedir disculpas. Lo siento. Lo siento y me arrepiento. Después del día en que decidí  abandonaros y renunciar a volveros a mirar, he vivido muchas cosas. Algunas que me avergüenzan, y otras que incluso he olvidado. Entre las que siempre voy a recordar está la cantidad de pares de ejemplares como vosotros que he visto, y muchos más grandes, y otros más pequeños, aunque no peores, lo que es seguro es que ninguno es mejor. He aprendido que la belleza es subjetiva, y que se aleja de lo que sale por la tele, que nunca es real, o al menos natural. La publicidad me hizo creer que la mayoría de las mujeres tenían senos redondos, simétricos, levantados y con pezones perfectos que miraban a la luna y que hacían de vosotras una abominación. Pero era mentira. He vivido, y he descubierto que eso no es así. Que la mayoría de las mujeres tienen lo opuesto a eso, que todos los pechos son diferentes y que en ello está el encanto. He visto todo un catálogo de tamaños, orientaciones, asimetrías, de formas y colores de pezones, y ¿sabéis qué? aprendí a ver la belleza en cada uno de ellos. Conocí el engaño de la cirugía estética, siempre bajo la escusa de un falso complejo que nada justifica, y ya sé que no sirve de nada. He cometido miles de errores con vosotras, pero he vuelto, y estoy aquí para aprovechar el tiempo perdido, porque seguís siendo tan hermosas como siempre, ya que vuestra belleza consiste simplemente en la esencia de vuestra existencia como parte de mi, y como posible herramienta para la vida, en el caso de que se produzca. No se si podréis perdonarme, pero yo os amo y siempre os voy a estar esperando.