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lunes, 16 de septiembre de 2013

Metamorfosis.

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Cuando el germen del feminismo toca tu cuerpo ya nada puede pararlo, y lo que antes te parecía normal o en determinados contextos incluso romántico, ahora empieza a darte ganas de vomitar. A menudo este nuevo cultivo que se ha instalado en tu cabeza -en muchos casos de manera involuntaria- comienza a crecer, chocando a menudo con el ideario de la gente que te rodea. Al principio son sólo detalles, pero llega un momento en que empiezas a plantearte por qué escogiste ciertas amistades. Este momento es doloroso, porque aprecias a esas personas, pero su forma de pensar, y su constante manía de hacértela saber te comienza a hacer úlcera. Este sentimiento es mucho peor cuando la amistad en cuestión es un hombre. Cuando es una mujer también te afecta, pero al fin y al cabo piensas bah, pobrecilla, asume que es inferior, eso sí, no olvides, que también tú eres inferior para esa amiga. Pero cuando son amigos, y te hablan desde su escalón del machirulismo, eso ya si que es insoportable. Lo peor es el desengaño, esas personas siempre han sido así, pero es ahora, que tu estás cambiando cuando tienes capacidad de ver que eso no te gusta, y que por más que discutáis y debatáis, eres consciente de que esas personas no van a cambiar de parecer. Lo peor de todo es que sabes que te quieren, que te aprecian, pero que tu no quieres ser querida de esa manera. Y es que te quieren por como eres, pero recuerda que hasta ahora, te has estado depilando, has estado haciendo dieta para entrar en la talla de bikini que te toca, y has hecho cosas para encajar en sus cánones. Pero, ¿qué pasaría si hoy mismo dejases de hacerlo?, cuando además, ellos mismos -en el caso de los hombres- llevan pelo por todo el cuerpo con orgullo y no están obligados a permanecer en la talla 36 de porvida.
No es mi intención crear enemistades, ni mucho menos, pero yo también me he sentido y me siento así, y no sé que hacer. No quiero juzgarlos, el cambio es algo que nace de dentro, y si no, no es real. Por supuesto que influyen factores externos, pero, si no es algo que te ha penetrado por la piel hasta lo más hondo, todos los mensajes de injusticia, desigualdad y menosprecio a la mujer te resbalarán como si tu percepción estuviese llevase puesta una chaqueta impermeable, ¿cómo dos personas pueden estar expuestas a lo mismo y ver cosas tan diferentes?, pues no lo sé, pero pasa.

No quiero ser negativa, pero el camino es, como mínimo, complicado. Sólo decirte, que si has empezado a replanteártelo todo, si comienza a darte igual la grasa de tu cuerpo, si ya no cuentas calorías, si ha dejado de importarte que tu ropa sea de temporada, si te pica la nariz y te lagrimean los ojos cuando pones la televisión, enhorabuena, todo apunta a que estás enferma, enferma de feminismo.

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