Cuando
el germen del feminismo toca tu cuerpo ya nada puede pararlo, y lo
que antes te parecía normal o en determinados contextos incluso
romántico, ahora empieza a darte ganas de vomitar. A menudo este
nuevo cultivo que se ha instalado en tu cabeza -en muchos casos de
manera involuntaria- comienza a crecer, chocando a menudo con el
ideario de la gente que te rodea. Al principio son sólo detalles,
pero llega un momento en que empiezas a plantearte por qué escogiste
ciertas amistades. Este momento es doloroso, porque aprecias a esas
personas, pero su forma de pensar, y su constante manía de hacértela
saber te comienza a hacer úlcera. Este sentimiento es mucho peor
cuando la amistad en cuestión es un hombre. Cuando es una mujer
también te afecta, pero al fin y al cabo piensas bah, pobrecilla,
asume que es inferior, eso sí,
no olvides, que también tú eres inferior para esa amiga. Pero
cuando son amigos, y te hablan desde su escalón del machirulismo,
eso ya si que es insoportable.
Lo peor es el desengaño, esas personas siempre han sido así, pero
es ahora, que tu estás cambiando cuando tienes capacidad de ver que
eso no te gusta, y que por más que discutáis y debatáis, eres
consciente de que esas personas no van a cambiar de parecer. Lo peor
de todo es que sabes que te quieren, que te aprecian, pero que tu no
quieres ser querida de esa manera. Y es que te quieren por como eres,
pero recuerda que hasta ahora, te has estado depilando, has estado
haciendo dieta para entrar en la talla de bikini que te toca, y has
hecho cosas para encajar en sus cánones. Pero, ¿qué pasaría si
hoy mismo dejases de hacerlo?, cuando además, ellos mismos -en el
caso de los hombres- llevan pelo por todo el cuerpo con orgullo y no
están obligados a permanecer en la talla 36 de porvida.
No es mi intención crear enemistades, ni mucho menos, pero yo
también me he sentido y me siento así, y no sé que hacer. No
quiero juzgarlos, el cambio es algo que nace de dentro, y si no, no
es real. Por supuesto que influyen factores externos, pero, si no es
algo que te ha penetrado por la piel hasta lo más hondo, todos los
mensajes de injusticia, desigualdad y menosprecio a la mujer te
resbalarán como si tu percepción estuviese llevase puesta una
chaqueta impermeable, ¿cómo dos personas pueden estar expuestas a
lo mismo y ver cosas tan diferentes?, pues no lo sé, pero pasa.
No quiero ser negativa, pero el camino es, como mínimo, complicado.
Sólo decirte, que si has empezado a replanteártelo todo, si
comienza a darte igual la grasa de tu cuerpo, si ya no cuentas
calorías, si ha dejado de importarte que tu ropa sea de temporada,
si te pica la nariz y te lagrimean los ojos cuando pones la
televisión, enhorabuena, todo apunta a que estás enferma, enferma
de feminismo.
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