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viernes, 30 de agosto de 2013

Machismo bajo los cojines.

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Como quien busca unas llaves que perdió y parecen haberse desintegrado, debes buscar hasta dentro de wc, es decir, en lugares donde sabes que no deben encontrarse para analizar por qué incluso tú, que quieres y crees ser feminista, eres en realidad machista.
Puedes pertenecer a una familia progresista, pero tu vida está probablemente -y si no es así te felicito porque eres única en el mundo- plagada de gestos que provienen de una sociedad patriarcal.
Cuando me centro en este tipo de hechos que aparentemente no tienen importancia, muchos -machistas todos y todas- me dicen, eso es obsesionarse, los hombres ya nos hemos dado cuenta de que nos hemos equivocado a lo largo de la historia y que tenemos que practicar la igualdad. Pues bien, en respuesta a estas personas digo que la igualdad no se produce de forma espontánea, ya que la sociedad patriarcal habita en nuestra esencia social, y la practicamos por inercia. Si no nos planteamos el por qué de cada una de nuestras actuaciones no las vamos a cambiar, y con esto sólo conseguiremos perpetuar estos conceptos y comportamientos machistas en las siguientes generaciones.
No te estoy incitando a que abandones tu trabajo y tu familia y sólo pienses y pienses en eso, sólo a que uses el ratito de aburrimiento del autobús, de tus defecaciones, o del dentista para reflexionar sobre ello.
Te cuento mi experiencia, yo comencé pensándolo un día a la hora del almuerzo cuando aún vivía con mis padres. Yo también tengo una familia progre, en la que ambos progenitores trabajan, conducen y ayudan en las tareas domésticas. Los dos primeros apartados quizás no suenen hoy en día muy revolucionarios, pero no era así hace treinta años. Lo que ocurre, es que mi padre carga aproximadamente con un cinco o diez por ciento de las tareas domésticas, y mi madre con el porcentaje restante. Al tratarse de un hombre, a mi padre se le aplaude lo que haga, es decir, como varón se le considera como un extra, ya sea mucho o poco es algo. Sin embargo, a mi madre, que carga con la mayor parte del peso doméstico, nadie le agradece nada, es lo que le toca y lo que se espera de ella. Es más, si no lo hace de forma excelente, es lícito criticar que no atiende su casa como debiera, posiblemente porque dedica demasiado tiempo a : su trabajo, ir al gimnasio, salir con las amigas, estudiar, visitar bares (esta última convierte a un puta o como mínimo fresca a la que ose hacerlo)....existen muchas variantes a las que se le puede achacar, y todas son actividades que en hombres son de esperar.
Este debate es bastante antiguo en el discurso feminista, soy consciente de que no soy ninguna innovadora, pero quiero centrarme en que con gran probabilidad, esto se sigue produciendo incluso en las más feministas de las casas.
Quién recoge la cocina después de comer, quién saca la cartera a la hora de pagar, quien conduce cuando un hombre y una mujer se montan juntos en un coche, quién hace la compra, quién compra y usa la báscula, quién practica el bricolaje, quién riega las plantas, quién asume la presidencia de la comunidad, quién pide una excedencia para criar a los niños, quien aporta el primer apellido a los hijos, quién echa la gasolina, quién tiene que ir en tacones a una boda o evento similar, quién puede abandonar su trabajo para dedicarse a las tareas domésticas sin recibir críticas, y quién crucificada en el caso de no depilarse. Esto último es escandaloso, invierte un par de minutos es imaginarte, si eres chica, sin depilar en la piscina o playa con tus amigos. Ahora dime ¿crees que en esta sociedad la igualdad se va a producir por inercia en algún momento?
Si analizas detalles que parecen estúpidos y consigues cambiarlos un tu vida, tus hijos, si es que decides tenerlos, o tus sobrinos o los niños y niñas que se críen cerca de ti, asimilarán esos roles como normales, y no tendrás que agotar toda tu saliva en hablarles de igualdad.
Otro aspecto es el del lenguaje. Se que es insoportable hablar de la niñas y el niño, la maestra y el maestro, l@s profesor@s, lxs camionerxs, y eso teniendo que pensar todo el rato en el orden que lo dices...es insoportable, de hecho yo no lo practico. Pero hay otras cosas que sí puedes hacer para apaciguar tu lenguaje sexista. Un ejemplo de ello es la frase de: Vamos a meter en casa a una mujer que nos ayude con la limpieza. A día de hoy es difícil encontrar a un hombre que se dedique a la limpieza doméstica, pero puedes sustituir esa horrible frase por: Vamos a meter en casa a alguien que nos ayude con la limpieza, o la señora de la limpieza por servicio de limpieza.
Otra cosa que puedes hacer en cuanto al lenguaje, es ir abriendo el camino para aquellas cosas que no estás preparada aún para hacer. Por ejemplo, quizás no estés preparada para lucir una lustrosa melena en tus axilas, pero si ves a alguna valiente que lo hace, no la critiques, ni siquiera le des importancia, actúa con normalidad. Quizás te sorprenda o llame tu atención, pero está en ti ayudar a esa pionera a crear tendencia. Igual que pasa con el vello femenino ocurre con la obsesión por los cuerpos diez. Estoy harta de oír a personas decir Admiro a la gente sin complejos, pero si yo tuviese esa barriga no me pondría esa ropa. No, no admiras a la gente sin complejos, sólo dices eso para criticarla, porque crees que es mejor estar perpetuamente acomplejada/o y ser incapaz de disfrutar de tu cuerpo o de la libertad de lucir con cualquier ropa sin estar constantemente pensando que no das la talla, o más bien, que la das de sobra, que no cabes en las medidas que la sociedad espera de ti y por lo tanto puedes no resultar sexualmente apetecible a los hombres, hombres entre los cuales se encuentran algunos gordos y peludos, pero eso da igual porque ellos si pueden.
No quiero dar lugar a equívocos. Quienes piensan así no son el enemigo, son víctimas de los mensajes publicitarios, pero es importante señalarlos e identificarlos como lo que son, cerebros manipulables y simplones que se dejan llevar por la creencia generalizada de que lo que realmente importa es la imagen sin plantearse nada, y que además son muy vulnerables a la opinión de los demás, aunque aparenten ser guapos y triunfadores. Quizás tu seas una de esas personas, no te preocupes, todos lo hemos sido en algún momento, tengo que felicitarte, estás a tiempo de cambiar.
Otro aspecto con el que hay que tener mucho cuidado en nuestro día a día es el Machismo bienintencionado. Es ese tipo de persona machista que se llena la boca diciendo Yo admiro a las mujeres, son mucho más fuertes que los hombres, y más listas. Los hombres no son capaces de hacer dos cosas al mismo tiempo. Por eso se comportan con caballerosidad abriendo a las mujeres las puertas de los coches, quitándoles el abrigo y retirándoles la silla. Eso está muy bien para las mujeres mancas, pero ellas suponen un porcentaje muy pequeño de la sociedad, así que esa actitud está de más. ¿Por qué lo hacen? Pues bien, se trata de una actitud arcaica y anacrónica que enmascara dulcemente el concepto de que la mujer es un ser inferior. Claro está, que quienes se comportan así no lo hacen teniendo presente ese pensamiento, pero en ti mujer, u hombre feminista está hacerle saber que las mujeres somos sobradamente capaces de abrir una puerta, quitarnos un abrigo y hasta retirar una silla. Por otra parte, las mujeres y los hombres son biológicamente diferentes, es un hecho objetivo que el hombre tiene más fuerza que la mujer, pero esa diferencia no tiene por qué apreciarse en las actividades rutinarias de cualquier persona en el mundo moderno. Esa adulación constante, ese trato pueril no trae nada bueno. Si conoces algún caballero andante de ese perfil comunícale esto. Si realmente admira a las mujeres dejará de hacerlo, y si sigue haciéndolo, lo que quiere es hacerse el interesante o persigue un coito.
Conclusión, cuidado con el machismo solapado, el del día a día es sutil pero letal.

En conclusión, si te pones las gafas del machismo, te darás cuenta de que la infección aún es grave, precisamente porque creemos que estamos curados.

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