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lunes, 29 de julio de 2013

Abducciones habituales

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Te levantas un lunes inusualmente feliz -inusualmente porque es lunes-, tienes tus problemas, sí, pero a grandes rasgos eres feliz porque son más las cosas buenas que las malas, y al fin y al cabo, las malas no son tan malas. Pero de repente los planetas se alinean para colocar un mojón en tu camino. Y no me refiero a esa pasta hecha de desechos humanos o animales, preferible por supuesto a los mojones a los que me refiero. 
Te cruzas con una persona conocida a la que hace mucho o poco que no ves, con la que tienes una confianza normal, más bien poca, y a la que por inercia pones al día de tu vida, al igual que ella hace contigo. Tal y como acabas, ella empieza a cuestionar uno o todos los aspectos de tu vida, como si su elección vital fuese la correcta y además tuviera la verdad en un hombro y la razón en otro. También existen versiones más light, en las que el mojón no sale de la boca de interlocutor, sino que se instala en su rostro mientras hablas, evidenciando lo que está pensando en ese momento.
Lo peor de todo es que no has bajado el asiento del wc emocional y dejas que te afecte, y de repente, como si te encontraras en una madrugada oscura donde un compañero o compañera de piso se ha dejado el asiento subido, y tú, a oscuras y confiando en la bondad humana, vas y te lanzas al vacío sin protección, y una enorme defecación tira de ti durante horas. ¿Tendrá razón? No, no la tiene, sus opiniones están tan sesgadas como las tuyas, la próxima vez, pon la tapa, o el asiento, o como quiera que se llame.



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